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La vivienda mínima 

En el presente trabajo y mediante un ejemplo muy claro y extremo analizaremos aquella vertiente de la arquitectura que se ha visto reforzada y desarrollada al acercar su escala al límite del cuerpo humano, la arquitectura de la vivienda mínima.

La optimización del recursos espaciales mediante la condensación de las ideas de proyecto genera numerosas y nuevas posibilidades que permiten dar respuesta a las crecientes problemáticas del ámbito urbano moderno. Ya el Modulor de Le Corbusier acercava el espacio al ser humano poniendo de manifiesto la inherente relación funcional que existe entre ambos conceptos y que podría sustituir, de forma muy eficiente, la relación con el espacio que predominaba hasta el momento: "cuanto más, mejor". Esta nueva relación que se está abriendo paso de forma innegable y imprescindible en las sociedades se basa sobre todo en el fomento de la calidad del espacio en decremento de la cantidad  que se disponga y se fundamenta en la búsqueda de mecanismos que puedan aportar tanto o más confort y satisfacer el máximo de necesidades cuando la disponibilidad de espacio se ve reducida a lo esencial.

La vivienda mínima : Pasado, presente y futuro. Concepto o realidad

En los últimos años se está poniendo de manifiesto, cada vez más, el valor del espacio construido destinado a ser habitado. La masificación de las ciudades ha confluido en una sucesión de proyectos en los que el diseño y la creación de espacios de calidad se ven subordinados a las cifras y si añadimos una sumisión a condiciones altamente restrictivas esto se convierte en un verdadero reto. Esta situación ha dado como resultado una estandarización de los resultados, unos proyectos que bien podrían estar hechos por ingenieros sin ningún conocimiento sobre habitabilidad ni funcionalidad espacial, unos diseños rígidos y una usabilidad especifica nada adaptable a las nuevas situaciones. Todo ello hace que la mente del arquitecto, modulada para solucionar problemas a lo largo de toda nuestra carrera se rigidice y evite buscar soluciones creativas recorriendo instintivamente a lo que ya se ha hecho, a aquello que ya se ha visto o al que ya está socialmente aceptado. La aceptación de la evolución, es un factor complicado a la vez que necesario para la supervivencia del ser humano, sin embargo, ciertas evoluciones parecen más socialmente aceptadas que otras y la reducción del espacio necesario es un concepto que el ser humano no siempre asimila de forma inmediata hasta que no lo experimenta de forma personal. Pero es necesario que la arquitectura, encargada de una parte fundamental de la evolución social humana no se cierre al, cada vez más limitado, abanico de posibilidades existentes si no que ofrezca a la sociedad la oportunidad de generar situaciones únicamente posibles en la experimentación de la vivienda mínima y inconcebibles en la vivienda convencional.

Este es el hecho que vertebra todo el trabajo haciendo que nos preguntamos: ¿Cuánto espacio es necesario para vivir?

Ya en 1972 el arquitecto japonés Kisho Kurokawa se atrevió a contestar esta pregunta con números más precisos de lo que nadie lo había hecho hasta el momento: 8,74 metros cuadrados, poco más de 18 metros cúbicos es todo lo que el ser humano requiere para, no sólo sobrevivir, si no satisfacer placenteramente todas sus necesidades.

Sin embargo, sigue pareciendo una necesidad de la especie humana en términos generales el disponer de una vivienda que permita a sus ocupantes no encontrarse y gran parte de la sociedad, aunque cada vez menos, sigue reaccionando de forma reticente en relación a reducir al mínimo la disponibilidad de espacio. Cierto es que históricamente podríamos encontrar varios ejemplos de arquitectura mínima funcional ya que por un motivo u otro siempre ha habido un sector de la sociedad que no ha dejado de buscar la mejor y más eficiente forma de habitar y gracias a ello, nosotros, en pleno siglo XXI, contamos con numerosos puntos de vista que nos ayudan a responder de forma mucho más contrastada y precisa a la presente necesidad.

Observando, por ejemplo, el continente Africano encontramos el edificio del pueblo de la tribu Mursi (Etiopía) lugar donde se deciden asuntos de vital importancia para el clan y que cuenta con una altura reducida con el objetivo de prevenir la violencia entre los miembros del grupo al impedir que se incorporen. También en las tribus nómadas encontramos numerosos ejemplos de formas de habitar mínimas; las Yurt de Asia Central, modulares y fácilmente desmontables, las tiendas bereberes que, cubiertas de pieles, protegen de las tormentas de arena y los cambios de temperatura a sus ocupantes o los chozos móviles castellanos que resguardaban a los pastores transhumantes en sus travesías.

Numerosos pensadores como Vitruvio, Rousseau o incluso Da Vinci teorizaron respecto a la necesidad de que el espacio del que dispone el pensador o artista fuera el necesario, no el disponible, ya que, como muy acertadamente opinaba este último; "Son las pequeñas habitaciones y refugios los que disciplinan la mente, mientras que los grandes espacios la debilitan".

Históricamente el ser humano ha recurrido a la vivienda mínima como simple refugio encaminado a la funcionalidad de proteger a sus ocupantes de posibles peligros, así sean elementos naturales, animales o humanos, pero siempre encarado hacia la practicidad y sin dar excesiva importancia a la satisfacción de aquellas necesidades desgraciadamente consideradas no imprescindibles. La vivienda debía ser desmontable, transportable y, habitualmente modulable, debido a las actividades nómadas que ejercían, pero estas poco a poco han ido desapareciendo y con ellas la necesidad de viviendas enfocadas a la supervivencia. Asimismo, la vivienda mínima enfocada a satisfacer todas nuestras necesidades de la forma más eficiente, autosuficiente y funcional posible ha ido haciéndose lugar en la sociedad actual de forma imparable.

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